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La colaboración: una pieza indispensable para hacer realidad la medicina personalizada en América Latina

En América Latina, vemos cada vez más iniciativas que buscan crear soluciones para los desafíos que enfrentan nuestros sistemas de salud, pero muy a menudo se llevan a cabo de forma aislada. Podríamos compararlas con la construcción de carreteras que, aunque sean modernas y rápidas, llegan a un tope sin conectar con otros caminos, dejándolas, en gran parte, inactivas. Por ejemplo, aunque en nuestra región se ha avanzado en la creación de tecnologías para la telemedicina, la falta de regulaciones directas ha dificultado su implementación e interoperabilidad.

Para poder potenciar distintas estrategias y aprendizajes, y avanzar hacia un futuro de medicina personalizada para todos, hace falta la integración y coordinación entre los distintos actores de la comunidad sanitaria de América Latina. Un mejor entendimiento del estado actual de nuestros sistemas de salud es una pieza importante para crear una base de conocimientos compartida que facilite el diálogo y la colaboración entre diferentes sectores e informar el desarrollo de soluciones conjuntas. El Índice de Medicina Personalizada de FutureProofing Healthcare, por ejemplo, es una herramienta que nos ayuda con el primer paso al reunir datos de 10 países en nuestra región, que nos permiten aprender unos de otros y encontrar sinergias para avanzar y construir sistemas de salud optimizados y sostenibles. 

Colaboración en todos los niveles, entre sistemas, sectores y países 

Una de las prioridades para alcanzar la adopción de la medicina personalizada, o medicina basada en datos, es avanzar en la interoperabilidad de los sistemas de salud. Esto se trata de contar con la capacidad de acceder a datos clínicos en tiempo real, permitiendo atender a pacientes de manera efectiva en cualquier punto de su recorrido en el sistema y mejorando la calidad y continuidad de su atención. Herramientas como los registros médicos electrónicos (EHRs, por sus siglas en inglés) ya se están utilizando para conectar, compartir y aumentar el acceso a datos clínicos, lo que facilita la colaboración entre doctores de diferentes especialidades para proporcionar atención médica de forma coordinada. 

Un ejemplo del que los países latinoamericanos pueden aprender es una iniciativa en Uruguay, impulsada por la Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y del Conocimiento (AGESIC), que estableció la Historia Clínica Electrónica Nacional (HCEN) en 2016. Hoy en día, más de 60 millones de documentos clínicos están registrados en la plataforma, lo que posibilita el intercambio de información entre personal de salud, algo que resultó crítico durante la pandemia de COVID-19. De manera similar, México ha adoptado con éxito los EHR: en el índice, obtuvo la máxima puntuación en el uso de EHR (100) y un buen desempeño en la recolección y acceso a datos integrales de resultados (80). Este tipo de acciones complementarias en ambos países significan que los médicos pueden informar y adaptar sus intervenciones con evidencia específica de cada paciente para alcanzar mejores resultados.   

Por otra parte, durante la pandemia se hizo evidente que las alianzas público-privadas son necesarias para complementar las limitaciones del sector público y ampliar el alcance de las innovaciones, brindando mayores beneficios a los pacientes. En el contexto de la medicina personalizada, los gobiernos tienen un papel importante en incentivar y facilitar la participación del sector privado para cerrar las brechas de acceso a servicios de salud de manera conjunta, creando marcos regulatorios que fomenten la incorporación de soluciones innovadoras. Tanto en Perú como Chile, por ejemplo, se aprobó la Ley Nacional del Cáncer, que requiere que el Ministerio de Salud en cada país elabore un Plan Nacional del Cáncer para regular la acción pública respecto al cáncer y las políticas públicas relacionadas. En efecto, esta ley crea el entorno para que el gobierno,  el sector privado, la industria farmacéutica trabajen juntos para prevenir, diagnosticar y tratar el cáncer en el país, aumentando el alcance de las innovaciones para todos los pacientes, independientemente de sus ingresos.

Por último, para hacer realidad la medicina personalizada en América Latina es necesario que nuestros países se nutran unos de otros. El Índice de medicina personalizada revela las áreas en las que cada país sobresale y de las que otros pueden aprender para avanzar hacia sistemas de salud resilientes. Con estos datos, tenemos la oportunidad de aprender sobre soluciones innovadoras que han funcionado y evaluar cómo escalarlas a otros países. Por ejemplo, en Chile, el uso de la telemedicina ya era una realidad antes de la pandemia, principalmente para facilitar consultas a especialistas en provincias lejanas y básicamente en el sector público. Esta infraestructura y planificación de telemedicina fue muy beneficiosa al comenzar la pandemia, ya que hubo un aumento explosivo en la demanda de tele-consultas y el monitoreo remoto de pacientes a la que se sumó el sector privado prestador y hoy en día un 65% de los más de 328 establecimientos de mayor complejidad asistencial están usando la telemedicina como parte de su modelo de atención. Las lecciones de este y otros ejemplos similares pueden ayudar a crear soluciones que apoyen sistemas de salud preparados para las necesidades del futuro.  

Tal vez sin habérnoslo propuesto tan explícitamente nos damos cuenta de que hemos dado pasos hacia la medicina personalizada y ya estamos a la vuelta de la esquina. ¡Imagínense lo que podríamos lograr si desde ahora asumimos una explícita voluntad política de avanzar en este nuevo paradigma! Hace unos años, parecía imposible para nuestra región, como si la medicina personalizada fuera algo reservado para los países más desarrollados. Sin embargo, estoy seguro de que, si seguimos colaborando y coordinando esfuerzos, lograremos potenciar nuestros aprendizajes y hacer la medicina personalizada una realidad para todos los latinoamericanos. 

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